Miller-Urías Benítez y Ojeda

En mi familia más que una herencia política existe un legado de valores, principios e ideales que consciente o inconscientemente han marcado mi actuar y el de mis hermanos desde temprana edad, debido a relatos de personas, lugares y momentos que crecimos escuchando. Mera tradicional oral.

Mi abuelo paterno, Federico Guillermo Miller Romo, hijo de un inmigrante alemán de apellido original Möllhoff, oriundo del poblado de Leer en Baja Sajonia. Desembarcó en Sinaloa por la Playa Colorada, Angostura a finales del siglo XIX y transitó algunos años por las minas de la sierra de Mocorito y sus alrededores. Contrajo matrimonio en San Benito con mi bisabuela Agustina Romo Machado (originaria de Angostura por cierto) y años después se asentaron en Navolato donde criaron a la familia y se dedicaron a la agricultura. Mi abuelo Federico, el menor de todos sus hermanos, fue obrero mecánico de la industria azucarera por más de cuarenta años, tanto en el ingenio de Navolato como en el de Costa Rica. Lo cual le permitió ser miembro activo del Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera y Similares de la República Mexicana, afiliado a la Confederación de Trabajadores de México, la famosa CTM, bajo el liderazgo de Vicente Lombardo Toledano, de quien mi abuelo fue ferviente seguidor. Su gran orgullo como obrero fue heredarle estudios profesionales a sus ocho hijos.

Mi abuela paterna, María Elvira Urías Bojórquez, de familias con arraigo en la región del Évora, nació en un pueblo llamado Nacozari en Angostura. Hija de Doroteo Urías Cuadras, primo hermano y hombre de confianza del general revolucionario Macario Gaxiola Urías, gobernador de Sinaloa de 1929 a 1932 y para quien siempre trabajó de cerca, lo cual le significó mudarse temporalmente de su natal Angostura hacia Navolato para cuidarle las tierras en una época que hubo reparto agrario. Hecho que le permitió a mi abuela Elvira conocer a mi abuelo Federico en tierras navolatenses.

Mi abuelo materno, Germán Benítez Cevada, nativo de Palmar de Bravo, Puebla, perteneciente a la región de Serdán y Valles Centrales, misma que colinda con el volcán Citlaltépetl (Pico de Orizaba). Se fue joven a la Ciudad de México a estudiar al Instituto Politécnico Nacional la carrera de Ingeniero-Arquitecto. Institución fundada por el sinaloense Juan de Dios Bátiz en la época del presidente Lázaro Cárdenas, cuando la educación tuvo un espíritu socialista, lo cual permeó en la formación de mi abuelo. Llega a Culiacán en la década de 1940 a colaborar en diversos proyectos arquitectónicos para las familias de los principales agricultores y comerciantes de la región, lugar donde conoce a mi abuela Jaquelina, contrae matrimonio, tiene hijos y se enraíza hasta el día de su muerte. La honestidad profesional e intelectual de su obra lo convirtió en un referente de la arquitectura funcionalista en Sinaloa.

Mi abuela materna, Olga Jaquelina Ojeda Gurrola, descendiente de familias dedicadas a la actividad minera en las sierras de Cosalá, Sinaloa y de Chacala, Durango y sus alrededores, quienes tras el estallido de la revolución emigraron a la capital sinaloense. Mi abuela y sus hermanos se criaron en el hogar de una tía, hermana de su padre, por la calle Hidalgo en el centro histórico de Culiacán en la casa (que a su vez era una tienda de telas de fama local) de Jesús Carrillo Villarreal y María del Refugio Ojeda León, la tía Cuca, una mujer recia, muy católica y políticamente comprometida con el movimiento sinarquista, ideología política que ejerció gran influencia en la familia Ojeda. Mi abuela tuvo un hermano sacerdote muy allegado a ella, Filemón Ojeda Gurrola, mejor conocido como el Padre Fili, hombre de mundo y de letras, músico, políglota, afín a las ideas progresistas del Concilio Vaticano II y quien se identificó en Culiacán por su trabajo comunitario en colonias periféricas de la ciudad.

Mi padre, Jorge Alfonso Miller Urías, médico cirujano oftalmólogo, realizó sus estudios en Guadalajara y en la Ciudad de México. Servidor público, maestro, líder en su profesión, pionero en trasplante de córnea y en el uso de láser oftálmico en Sinaloa. Distinguido por su ética y por participar en labores de filantropía a través del Club de Leones y principalmente del Club Rotario de Culiacán, en el cual tiene más de treinta años como miembro activo.

Mi madre, María Argelia Benítez Ojeda, titulada de la licenciatura en derecho por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Comerciante y administradora dedicada a los negocios familiares. Una mujer sensible a las artes y preocupada siempre por el prójimo.

Este es nuestro legado, el que nos da identidad, el que reivindicamos en cada caminar, el que nos recuerda de dónde venimos y también el que nos permite tener una mirada para percibir la realidad social y transformarla. La utopía que nos hace caminar es la de construir un mundo donde quepan muchos mundos y una patria en la que la luz al amanecer sea para todas y todos.


Jorge Miller Benítez.

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